Xavier Rius, periodista
En las elecciones presidenciales francesas del 2002, Jean-Marie Le Pen obtuvo en la primera vuelta 4.804.713 votos, frente a los 5.665.855 del conservador Jacques Chirac.
En esa primera vuelta, con un amplio abanico de candidatos, votaron
28.498.471 franceses, un 71,6% del censo. El hecho de que el candidato
de Frente Nacional superase al socialista, Lionel Jospen,
conmocionó a centristas e izquierdistas, que en la segunda vuelta, en
la que participaron 31.062.988 franceses --el 79’71% del
electorado--, votaron masivamente por Chirac, que venció con 25.537.956 votos frente a Le Pen,
que obtuvo 5.525.032. Dichas cifras, con más participación en la
segunda vuelta, confirmaron que socialistas, ecologistas y
trotskistas se movilizaron, dando su voto al candidato conservador para
evitar la victoria de Le Pen.
EL PROGRAMA DE FILLON
Dado que parece casi seguro que Marine Le Pen,
cuyo partido fue el más votado en las europeas del 2014, llegará a la
segunda vuelta de las presidenciales, y que el otro candidato será el
conservador François Fillon, que el domingo ganó las
primarias, asaltan dudas de si, como ocurrió en el 2002, los votantes de
izquierda se movilizarán en la segunda vuelta por el candidato
conservador.
El programa social y económico de Fillon,
con sus propuestas de alargar la edad de jubilación, recortar el Estado
del bienestar, despedir a medio millón de funcionarios
--mayoritariamente profesores y médicos, dado que no debilitará a la
Policía ni al Eejército--, es rechazado por toda la izquierda. Fillon, además de acercarse a las políticas de Trump, May y Putin,
hace propuestas que contentan a los sectores más conservadores, como
prohibir las adopciones a las parejas gais, restringir la llegada de
refugiados y una serie de medidas para controlar no sabemos si al islam
como religión o a los musulmanes como colectivo. Propuestas que son
atractivas para posibles votantes del Frente Nacional, pero que son
rechazadas por los votantes de izquierda que deberían darle su apoyo en
una segunda vuelta.
LA IZQUIERDA DESENCANTADA
Y
sus propuestas relativas al recorte del Estado del bienestar,
subsidios, jubilación y drásticos recortes en sanidad y educación no son
compartidas por Le Pen, que, como toda ultraderecha
que niega serlo, defiende unas ideas sociales de mantenimiento del
Estado benefactor que debe proteger a la clase media y trabajadora
castigada por las políticas de Bruselas y las grandes corporaciones y la
globalización. Una globalización que según la encuesta de la fundación
Bertelsmann, millones de ciudadanos ven como un problema. El Frente
Nacional, como otras ultraderechas y populismos que crecen, se nutre no
solo de votantes conservadores o rurales, sino sobre todo de votantes de
izquierda desencantados. Por ello, quedando ya en segundo plano las
ideas de Le Pen y Fillon sobre el
islam o los refugiados, que se asemejan, es posible que muchos votantes
de izquierdas desencantados opten en la segunda vuelta por el programa
económico y social de Le Pen frente al de Fillon. Y que el votante ecologista y comunista que en el 2002 se movilizó sin dudarlo por Chirac no acuda a las urnas. Ello puede tener como consecuencia que Le Pen sea la próxima presidenta de la República.
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