Xavier Rius Sant, La Vanguardia, jueves 13 de marzo de 2025
Una característica de muchos de los grupos insurgentes que nacieron los años setenta es que sus líderes no supieron analizar el nuevo paradigma que se dio tras el fin de la Guerra Fría, por lo que la mayoría bien acabaron siendo aniquilados, bien como es el caso de algunas guerrillas latinoamericanas atrapadas en bucle acción represión, en el disfraz de cárteles de la droga cuyo único objetivo era perpetuarse. Y los dos únicos grupos insurgentes y terroristas que estos últimos años se han hecho con el poder en el país que combatían, han sido las antiguas franquicias de Al Qaeda en Afganistán y Siria, totalmente antagónicas a movimientos inicialmente marxista leninistas como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, PKK. Su líder, Abdullah Öcalan, desde la cárcel en la que cumple su cadena perpetua, pidió el pasado 27 de febrero a sus miembros tras 40 años de lucha y más de 40.000 muertos, el abandono de las armas y su disolución para continuar la lucha desde la vía social y política.
El pasado septiembre estuve en la zona oriental del Kurdistán turco y comprobé con mis propios ojos el muro de cemento y sistemas electrónicos construido por Turquía en la frontera con Irán. Muro pagado en parte con fondos europeos con la justificación que detendrá los flujos de migrantes, sobre todo afganos, pero que hace todavía más difíciles las incursiones y ataques del PKK. Además, las carreteras de esa región entre la ciudad de Van y el monte Ararat, están repletas de controles militares con sus check-points que son fáciles de cruzar cuando la situación está tranquila, pero que cuando se convocan protestas por parte de las organizaciones kurdas son bloqueados, registrándose todos los vehículos o interrumpiendo durante unas horas la circulación, dificultando el acceso al trabajo y la actividad agrícola e industrial. Militarización y restricciones impuestas en todo el Kurdistán turco al margen de los bombardeos que padecen por parte del ejército las zonas rurales o urbanas en la que se detecta actividad del PKK. Y pese a que candidaturas pro kurdas se hacen democráticamente con las alcaldías de buena parte de los pueblos y ciudades del Kurdistán turco, muchos alcaldes son destituidos acusados de simpatizar con el terrorismo. La existencia del PKK como guerrilla era la excusa perfecta para reprimir a toda la sociedad kurda e impedir sus derechos civiles.
Es evidente que Öcalan ha analizado los cambios habidos en el Kurdistan sirio tras la caída de Al Assad
Es evidente que Öcalan ha analizado los cambios habidos en el Kurdistan sirio tras la caída de Al Assad. El ejército turco y las milicias islamistas han continuado atacando la zona kurda de Rojava, con tropas turcas instaladas en dos franjas de territorio sirio al este y al oeste de Kobane, capital del Kurdistan sirio. Y Turquía justifica la ocupación y el mantenimiento de las hostilidades argumentando que las milicias kurdas del YPG son aliadas del PKK de Öcalan. Por si fuera poco, las tropas estadounidenses que, tras combatir con los kurdos al Estados Islámico ahora les dan una cierta protección, probablemente serán retiradas por Trump.
El pasado lunes el comandante de la Fuerzas Democráticas Sirias, y de la milicias kurdas, YPG, Mazlum Abdi, acordó con el presidente interino de Siria, Ahmed el Sharaa la integración de estas fuerzas en el ejército sirio, a la vez que la administración kurda se disolverá para integrase en la del Estado sirio. Se daba ahora la paradoja que Turquía y las milicias islamistas controlan dos franjas de territorio sirio de mayoría kurda al este y oeste de Kobane, mientras las Fuerzas de Defensa Siria y las YPG controlan un amplio territorio al sur y al este de mayoría árabe en el que la milicia kurda custodia a miles de ex combatientes del Estado Islámico, lo que significaba un gran coste.
Por ello que, si el PKK se disuelve y entrega las armas a la vez que la administración kurda de Kobane se integra en la de Siria, Turquía perderá la justificación para ocupar parte del Kurdistán sirio y continuar sometiendo a un estado de excepción al Kurdistán turco. Por otro lado, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, precisa de los votos de los 60 diputados del DEM pro-kurdo para aprobar la reforma constitucional que le permitiría aspirar a un cuarto mandato. Y además, si el PKK se disuelve, Erdogan evita que el régimen de Teherán, que ha perdido su capacidad de influencia en Gaza y Líbano, tenga la tentación de armar ahora los kurdos y usarlos para desestabilizar. Así las cosas, para los kurdos de Turquía, dejar las armas, si va acompañado de una amnistía o rebaja de las condenas para los presos, incluido Öcalan, y se garantiza que los alcaldes kurdos puedan gobernar sus municipios, es la mejor de las opciones.
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