Coincidiendo con el aniversario
de lo que se conoce como la Batalla de Urquinaona, las protestas contra
la sentencia del Procés, con las que
Barcelona volvió a ser por unas noches la “Rosa de Foc” o la “Ciutat Cremada”,
que culminaron la noche del viernes 18 de octubre de 2019 en la que los
antidisturbios se vieron totalmente superados y se quedaron sin pelotas de goma y tuvieron que usar cartuchos de
humo y gas lacrimógeno caducados, Movistar+ ha estrenado la trepidante serie Antidisturbios.
Serie de seis capítulos, que ha colgado en la plataforma todos a la vez,
dirigida por Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña, que cuentan en su historial películas como “Que Dios no perdone” y “El Reino”, que abordaron con gran
maestría y fusionándolos con la trama de un thriller, temas de actualidad como
el 15-M o la corrupción.
Aquí los protagonistas son una
unidad de antidisturbios de las Unidades de Intervención Policial (UIP) de la Policía
Nacional, que cargan con la muerte de un inmigrante senegalés en la ejecución
de un desahucio, y un testaruda e intuitiva joven agente de la Unidad de
Asuntos Internos, Laia Urquijo (Vicky Luengo). Luengo con una magistral
interpretación, nos mostrará a una mujer a quien no le cuadrará la versión
oficial con la que se cierra el caso e indagará en la corrupción política y policial. Trama de corrupción en la que aparece un ex policía Eugenio Revilla, que emula al comisario ahora
en prisión, José Manuel Villarejo (RE-VI-LLA...VI-LLA-RE-JO). Y al final de la serie veremos a Laia
Urquijo resolviendo el caso con unos métodos no muy distintos a los de
Revilla-Villarejo. Lo que nos deja con la pregunta si es ético para resolver un
caso de corrupción, intercambiar información sobre otro operativo, con lo que
Revilla devuelve unas escuchas robadas a cambio de las que la joven agente de
Asuntos Internos le da el chivatazo de otro operativo de Asuntos Internos. Y
gracias a ello Revilla-Villarejo salvará a otro corrupto.
Por ello, más allá de la polémica
que ha generado la serie, aplaudida por unos por su ritmo trepidante o por mostrar
a los antidisturbios como una panda de desequilibrados, y rechazada por los
sindicatos policiales, que afirman que da una imagen totalmente distorsionadas
de la Unidades de Intervención, para mí lo sustancial de la serie es que aborda
la cruda realidad de la tarea policial en que se comercia con información. Se
paga a confidentes con favores, se mira para otro lado por un bien común que se
entiende mayor. Y al final ocurre como se decía en otra película que ni el protagonista sabe si se
trata de un policía que se infiltra en una banda de delincuentes, o se trata de
un delincuente que unas horas al día hace de policía. Porque la joven, tenaz y
testaruda agente de Asuntos Internos, Laia Urquijo, sí, habrá descubierto y llevado
a juicio a una trama corrupta en el seno de la Policía Nacional, pero al haber intercambiado
información y dado un chivatazo a Revilla-Villarejo, ya estará manchada por los
mismos métodos. Tendrá algo que podrá perseguirle toda la vida y costarle la
carrera, por haber aplicado la máxima que el fin justifica los medios, aunque sean ilícitos. Quien tiene algo ilegal
que esconder, es vulnerable y se corromperá si es preciso ante el chantaje para no ser delatada.
Y cuando una ya se ha saltado la ley una vez, puede acabar saltándosela muchas
otras veces y ser tan cuestionable y corrupta como los mandos políticos y
policiales a los que está investigando por corrupción.
A los sindicatos policiales la serie no ha gustado
Pero volviendo al thriller
policial que te engancha desde el inicio del desahucio, muestra unos agentes actuando
en un ambiente claustrofóbico, oscuro, nocturno o grisáceo, que como digo no ha
gustado nada a los colectivos sindicales policiales que desde las redes
sociales se quejan de mostrar una imagen de los agentes de la Unidades de Intervención
Policial, UIP, como si todos fueren drogadictos, descerebrados o trastornados
emocionalmente. Los protagonistas de la UIP Puma 93 de Madrid son Diego, Raúl Arévalo, que pese a sus problemas
personales será el policía bueno; Alexander, Álex García, sobrino de un mando
de la UIP corrupto hasta las cejas; Salva, el armenio libanés, Hovik Keuchkerian,
jefe de la unidad y aunque jodido física, familiar y económicamente será tal vez el más
humano y más amueblado mentalmente; Úbeda, un Roberto Álamo, que se desmoronará
por la presión y recibirá los palos; Rubén, Patrick Criado de Mar del Plástico, el niño que se
descontrola y la caga desde el principio y de quien por su juventud, no se puede
decir que está quemado; y Bermejo, Raúl Prieto Velázquez, el nuevo del grupo, un
policía a quien se le va la mano con las mujeres.
La serie termina con la imagen del
grupo de antidisturbios Puma-6 llegando a Barcelona en las vísperas del
referéndum del 1 de octubre de 2017, embarcando con sus maletas en el buque
Piolín. Y aquí, volviendo a la polémica por mostrar a los hombres de esta unidad
como violentos, conflictivos o desequilibrados, quiero apuntar las quejas que hacen en la serie
los agentes antes y después que la situación del desahucio se desborde, de que
ha fallado Información de la Policía Nacional al evaluar la resistencia que
encontrarían y la falta de medios con la
que se les ordenó que ejecutaran el “lanzamiento” de la familia. Porque el 1 de octubre de hace tres años, desde mi punto de vista,
no sólo falló la ineptitud de Mariano Rajoy, la de la sobrada de Soraya Sáenz
de Santamaría, del CNI, y de los jefes de la Policía Nacional y del ultra desde
mi punto de vista, coronel de la Guardia
Civil, Diego Pérez de los Cobos, sino también de la Comisaría General de
Información de la Policía Nacional. Porque ignorando la voluntad de votar de más
de dos millones de catalanes que resistieron pacíficamente, enviaron a las UIP
de toda España repartir hostias en Cataluña sin conseguir detener ni impedir el referéndum.
Los porrazos fueron en parte el
duelo del Estado por el absoluto fracaso del CNI, y las unidades de información
de la Guardia Civil y Policía Nacional para encontrar la urnas y papeletas, y la
incapacidad de Rajoy y Sáenz de Santamaría de gestionar las reivindicaciones de
Cataluña. Y como bien saben los criminólogos, si a alguien que es pacífico le
dices que es violento y casi terrorista como ETA y parcticante de la Kale Borroca, como hicieron
algunos jueces y fiscales del Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional, y se
clama que el problema catalán se debía resolver como el del terrorismo asesino
de ETA, no debe sorprender que algunos jóvenes por unas noches jugarían, no al terrorismo, pero sí a la Kale Borroca
y a las barricadas ardiendo. Eso fue la llamada Batalla de Urquinaona que desbordó a los antidisturbuios de la UIP i a los Mossos. Y si el 1 de octubre de 2017 los policías y guardias civiles tuvieron que actuar con
una violencia desproporcionada y brutal contra pacíficos votantes que no
retrocedían ante el avance la línea policial de la UIP, el 18 de octubre de
hace ahora un año, las UIP que estaban entre barricadas de fuego y sin munición
en la plaza Urquinaona, recogieron lo que sembraron dos años antes en los
colegios electorales aporrenado a pacíficos ciudadanos. Que nadie ve a en estas
líneas ninguna justificación de la violencia, más cuando quien esto escribe se
manifestó en los años de plomo de manera muy dura y clara contra ETA y contra la justificación del terrorismo por parte de Herri Batasuna desde medios como El País o El Mundo, y sabe lo que es mirar
debajo el coche por si acaso.
Dicho esto, volviendo a la serie,
sí que considero que muestra una imagen algo distorsionada de los agentes de
las UIP. Por qué siendo cierto que hay brutos, desequilibrados, ultras y
descerebrados en la misma, si la mayoría de los antidisturbios de las UIP fueran como los
que muestra en la serie, ocurrirían muchas desgracias como la que se relata en
el primer capítulo. Esperemos ahora a
ver si la serie tiene continuidad que, como no podría ser de otra manera, sería
con el 1 de octubre de 2017, y si Asuntos Internos examinará con el mismo interés los cientos de vídeos con imágenes, en las que se aporrea y se dan patadas injustificadas a pacíficos votantes.