El diputado de Vox, Carlos Verdejo, respondido por Yamal Dris Mojtar del PP, tras una nueva acusación de Verdejo hacia la diputada Fátima Hamed Hossain, de estar a la órdenes de Marruecos
Josep Anglada, el que fue líder de la xenófoba Plataforma per Catalunya, formación que se disolvió en 2019 para entrar parte de sus miembros en Vox, lo decía siempre claro y sin matices: "un moro siempre será un moro". Para Anglada la escritora Najat El Hachmi, nacida en Nador, pero que vivió, creció y se formó en Vic, municipio donde nació Anglada y su partido racista era la segunda fuerza política municipal, nunca sería catalana, ni española ni europea pese a ganar los más prestigiosos premios literarios catalanes como el Ramón Llull o el Nadal.
Y parece que Vox ha asumido esta percepción del líder identitario catalán, negando la españolidad y la ciudadanía europea a la población ceutí de origen magrebí y religión o tradición musulmana, que los considera una quinta columna de Marruecos. Vox desea regresar a la situación de 1985 en que más del 90% de los ciudadanos magrebíes o musulmanes nacidos y residentes en Ceuta y Melilla carecían de la nacionalidad española, en posesión sólo de una Tarjeta de Identificación de Residentes (TIR) sin validez jurídica alguna, siendo extranjeros o apátridas en su propia ciudad. Situación que estalló con con la entrada en vigor de la Ley de Extranjería, que permitía que fueran expulsados, viviendo ambas ciudades unas protestas que lideró en Melilla el ex militante socialista, Aomar Mohamed Dudú, y en Ceuta, Hasan Yassin y Ahmed Mohamed Subaire.
No negaré yo que tengo mis dudas sobre la eterna españolidad de dichas ciudades, sobretodo si nos ponemos al mismo nivel de la reivindicación española sobre Gibraltar, al margen de lo que piense sobre el sentido y el coste para España de mantener Ceuta y Melilla, por el chantaje permanente de Marruecos. Pero más allá de mi percepción personal, reconozco que la españolidad de Ceuta y Melilla son una realidad consolidada y que sus ciudadanos, sean de origen europeo (los mal llamados cristianos dado que hay también muchos agnósticos o ateos), sean de origen magrebí y musulmán, sean de las minorias hebrea o indú, están a favor de la pertenencia de las dos ciudades a España. Igual que los descendientes de andaluces con ciudadanía británica de Gibraltar, prefieren seguir siendo británicos, la inmensa mayoría de los ciudadanos magrebíes o de identidad musulmana de ambas ciudades, desean continuar siendo españoles. La abismal diferencia en cuanto a sanidad, educación o pensiones de jubilación, viudedad o no contributiva, en comparación con la de sus vecinos marroquíes de Tetuán o Nador y el hecho de tener ciudadanía europea y poder trasladarse a vivir y trabajar a Valencia, Barcelona, París o Berlín. son motivos más que suficientes para desear continuar siendo españoles.
De las nueve candidaturas que se presentaron a las elecciones municipales-autonómicas de la ciudad autónoma de Ceuta hace dos años, Vox fue la única que no incluyó en sus listas a ningún ciudadano de nombre y apellidos musulmanes o magrebíes, quedando Vox tercero con un 22% de los votos y 6 concejales-diputados, dos de los cuales abandonaron el partido pasando a no adscritos. Y en la actual Asamblea, sea en el gobierno, sea en la oposición, hay diputados de origen y nombre magrebí o musulmán en los grupos del PP, PSOE, Movimiento por al Dignidad y Ciudadanía y la Coalición Caballas. En reiterados debates en la Asamblea los miembros de Vox, liderados por el xenófobo Carlos Verdejo, han dudado reiteradamente de la lealtad a España de diputados como el miembro del gobierno, el popular Yamal Dris Mojtar, o la diputada de la oposición, Fátima Hamed Hossain del MDyC.
Y durante la crisis del pasado mes de mayo, cuando entraron a España por la playa del Tarajal miles de jóvenes marroquíes engañados por Marruecos, Santiago Abascal y otros miembros de Vox acudieron a Ceuta y Melilla, repitieron estas acusaciones cuestionandola españolidad y lealtad de los musulmanes ceutíes, incomodando al presidente ceutí, Juan Jesús Vivas del PP, que solicitó la intervención del Ejército y del Gobierno de Pedro Sánchez. Ayuda que agradeció, distanciándose también de algunos discursos de compañeros suyos del PP que echaban más leña al fuego.
Vivas es consciente que la convivencia y la cohesión social en Ceuta estuvo a punto de romperse en mayo y puede resquebrajarse en cualquier momento, y que el imaginario de muchos de los que han votado a Vox en la ciudad, está una Ceuta cristiana europea, con una población musulmana de segunda sin derechos ni ciudadanía española. Algo que es cosa del pasado al entender Vivas que los ceutíes de origen europeo sólo podrán continuar en la ciudad si se mantiene y fortalece la armonía con los llamados musulmanes de nacionalidad española. Vivas además rechaza por convicción o porque són inaplicables las propuestas de Vox y de parte de los ciudadanos "cristianos" que apoyan a Vox, de realizar expulsiones masivas hacia Marruecos, al margen de la legalidad internacional y de la Convención Internacional de Derechos del Menor.
Vox tensa cuerda en Ceuta, y ha respondido indignado a la declaración de su líder como persona non grata. No le importa incendiar Ceuta y de rebote Melilla, ciudades en los que los muslumanes son ya el 40% en la primera y el 52% en la segunda. Ciudadanos que pese poseer la mayoría la nacionalidad española y pese a tener ciertamente unos derechos y prestaciones sociales mucho mejores que la de sus vecinos de Tetuán o Nador, viven la mayoría en unas condiciones mucho más precarias que la de sus vecinos dichos "cristianos" y sienten dia a día el racismo y el desprecio de parte de sus vecinos. Vox como pirómano juega con fuego, sabiendo que si se rompen los frágiles equilibrios en ambas ciudades, obtendrá réditos electorales como los obtuvo con Cataluña. Una Cataluña en la que digan lo que diga la demagoga Inés Arrimadas, nunca ser ha roto la convivencia ni la cohesión social. Però si explota Ceuta o Melilla las consecuencias pueden ser devastadoras. Y aquí no habrá Caudillo para recuperar el honor perdido, como hicieron a sangre y fuego en 1925 desembarcando en Alhucemas, Francisco Franco y Millán Astray.
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