dijous, 10 de maig del 2012

LA PUJADA DE L'ULTRADRETA A EUROPA, Xavier Rius



LOS EFECTOS POLÍTICOS DE LA RECESIÓN
La nueva ultraderecha acechante
Los partidos radicales ganan votos y capacidad de influir en los gobiernos de varios países europeos
Xavier Rius
Los buenos resultados de Marine Le Pen en la primera vuelta de las presidenciales francesas, que con su posterior voto en blanco influyó en el hundimiento de Nicolas Sarkozy; la caída del Gobierno holandés al negarse el islamófobo PVV de Geert Wilders a apoyar los recortes exigidos por la Comisión Europea, y la entrada del nazi Amanecer Dorado, de Nikolaos Mijaloliakos, en el fragmentado Parlamento griego son una muestra del ascenso y la capacidad de influencia de la extrema derecha xenófoba en Europa. Esta extrema derecha no solo aumenta en votos en los distintos países, sino que incrementa su capacidad de influencia en los gobiernos conservadores pese a que ahora rompa con ellos al discrepar de las políticas de ajuste.

 SALVANDO TODAS las distancias, dado que es impensable que la nueva extrema derecha, ahora llamada identitaria, desease acabar con el pluripartidismo, se da un paralelismo con los factores que favorecieron en los años 20 y 30 el ascenso del fascismo en Europa. Muchos países, igual que la Alemania de aquel periodo, sometida al pago de unas indemnizaciones de guerra que asfixiaban su economía, padecen unas condiciones financieras foráneas difíciles de cumplir que empobrecen más y más a la población, generándose una deslegitimación de los partidos tradicionales, que ahora, como entonces, no son capaces de detener el deterioro. Quienes imponen hoy condiciones draconianas son las instituciones políticas y financieras europeas y los dictados económicos de Francia y Alemania al tambor de las agencias de calificación, algunas vinculadas a quienes provocaron la crisis. Y gran parte de Europa, de la misma manera que la de los años 30 padeció las consecuencias de la crisis de 1929, ahora sufre las consecuencias de la crisis financiera iniciada en EEUU.
 Si para los fascistas de entonces los judíos y su banca eran los culpables de todos los males y en Alemania se culpaba a las indemnizaciones imposibles de pagar, en la actual coyuntura europea son los inmigrantes, sobre todo los musulmanes, las instituciones financieras y una Unión Europea que coarta la soberanía los responsables de la crisis a juicio de la nueva extrema derecha. Lo dejó muy claro Le Pen cuando anunció su voto en blanco y su deseo de que Sarkozy no fuera reelegido: «Ha cortejado sin pudor a las élites mundiales, ha hecho explotar la inmigración, destruido y precarizado millones de empleos, ha defendido siempre el poder de los bancos y el dinero y ha renunciado a la soberanía nacional. Un hombre así no puede ser el presidente del pueblo».
 Defender la soberanía nacional frente a Europa, salir del euro, castigar al poder financiero, recuperar las fronteras y expulsar inmigrantes son las recetas de esta extrema derecha, ahora autodefinida como identitaria, que intenta desbordar a la derecha y la izquierda con propuestas económicas y financieras que podría parecer que se asemejan a las de cierta izquierda. Como hicieron los nazis con los judíos y la banca extranjera, culpabiliza de todo a los musulmanes y a las instituciones financieras.
 Esta nueva extrema derecha europea no es homogénea. La flamante Amanecer Dorada griega no oculta su admiración por las ideas del nazismo. El Jobbik húngaro mantiene el antisemitismo, recupera los uniformes y los desfiles de la nazi Cruz Flechada y culpabiliza de todo a la minoría gitana y a las instituciones europeas. En Holanda, el Partido por la Libertad de Wilders se centra en la islamofobia y no ha sido hasta hace unas semanas, al provocar la caída del Gobierno conservador, que ha dado el giro en lo económico. En Austria y Alemania, dada la imposibilidad legal de rememorar el pasado nazi, el Partido de la Libertad de Austria del fallecido Jorg Haider y el alemán La Libertad centran su ideario en la islamofobia. En Italia ha abanderado este espacio la Liga Norte con su xenofobia. Y las fuerzas de esta índole en Suecia, Dinamarca y Noruega hacen del no a la inmigración musulmana su bandera.
 Le Pen ha sabido esconder el antisemitismo de su padre y sustituirlo por la islamofobia y el antieuropeísmo. Pero mientras ella forma parte de la Alianza Europea por la Libertad junto al partido ultra austriaco, uno de los dirigentes históricos del Frente Nacional, Bruno Golnisch, que niega el Holocausto, preside la Alianza Europea de Partidos Nacionales junto al Jobbik húngaro. Sarkozy, estas últimas semanas, asumió con matices muchas de las consignas en inmigración y seguridad de Le Pen, con lo que en el fondo le daba la razón.

 EN LAS PRÓXIMAS legislativas Le Pen confía en crecer en el actual contexto de hundimiento de la UMP, a la vez que se enfrentará a Hollande con su discurso social y antieuropeo. Las propuestas de Le Pen no aportan nada, pero abren el camino a una extrema derecha que nadie sabe a dónde va y que obstaculizaría el giro que quiere impulsar Hollande en Europa poniendo fin a los actuales recortes y a una falta de inversión que solo genera más recesión.

Xavier Rius, periodista y autor de "Xenofòbia a Catalunya"     


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