dissabte, 8 de juliol del 2023

La nova ultradreta. Publico a La Vanguardia sobre Ripoll i Aliança Catalana

 

              



Decía Francesc Marc Álvaro en estas páginas el pasado día 15 que la victoria de Aliança Catalana en Ripoll era una pedrada al concepto de “Catalunya, un sol poble” sobre el que se alcanzó un consenso a finales de los 70 por personas y partidos de ideologías diferentes como Jordi Pujol, Paco Candel o el influyente PSUC. Gracias a este consenso se implantó la inmersión lingüística sin más oposición que la del abogado Esteban Gómez Rovira y su joven ayudante, Juan José Aizcorbe, el ahora diputado de Vox. Alianza Popular, pese a no compartir plenamente la política lingüística, no hizo oposición a la misma. Sí batalló el Partido Socialista de Andalucía que en 1980 obtuvo dos escaños en el Parlament, consiguiendo representación en los que consideraba su novena provincia. Pero no fue hasta la irrupción de Ciudadanos en el 2006 que se erigiría una fuerza política que se opondría al consenso lingüístico. Y lanzó ese órdago que recogería más tarde Vox de que en España no hay igualdad ya que se discrimina a los funcionarios al exigirles saber catalán y que en las escuelas se castiga a los niños que hablan español.

Con un fuerte incremento de la inmigración extranjera, estando vigentes leyes que hacían difícil la llegada con papeles, Cataluña fue pionera con la creación en Comisiones Obreras del Centre de Información per Treballadors Estrangers, el CITE, que luego los otros sindicatos extendieron en toda España. Se deseaba evitar que, ocurriera como en Francia, que parte de los obreros comunistas habían abrazado las ideas de Le Pen. A la vez surgieron numerosas asociaciones de extranjeros que intentaban suplir las deficiencias de las oficinas de extranjería de los gobiernos civiles y de las políticas de acogida de los ayuntamientos. Pero se normalizaron discursos hablando la comunidad marroquí, la comunidad rumana o la comunidad ecuatoriana. Como si en las aulas o los bloques de viviendas hubiera personas de la comunidad normal, y otras de comunidades ajenas. Además en demasiadas ocasiones los partidos actuaron de manera clientelar con dichas asociaciones o erigían líderes no elegidos como representantes de las personas de determinadas nacionalidades. Y sobre todo en algunos municipios medianos o pequeños los ayuntamientos equivocadamente encumbraban como interlocutores de los inmigrantes de origen marroquí a los responsables de la mezquita, cuyo máximo interés era evitar que las chicas quisieran salir de la burbuja, es decir autodeterminarse como personas, vestir como quisieran y amar a quien les diera la gana, indistintamente de si era o no musulmán.

 Se decía que la ultraderecha no arraigaba en España porque no hay sentimiento xenófobo como el que hay en otros países. Como vimos tras los atentados de 11 de marzo de 2004 no se produjeron acciones de represalia contra ciudadanos musulmanes. Y Vox no irrumpió por su rechazo a la inmigración, sino por rentabilizar el rechazo al procés. Pero ahora en Ripoll sobre el dolor por los atentados realizados por jóvenes que habían crecido allí y un imán que desde la mezquita llamaba a matar infieles, ha emergido Aliança Catalana, que combina el rechazo a inmigración la islámica con el independentismo resentido por una supuesta falta de determinación de sus líderes. Pero mientras agitar la contradicciones de quienes auguraban una independencia exprés no levanta muros, verter presunción de culpabilidad hacia los ciudadanos musulmanes, no soluciona problemas pero agranda la desconfianza. Esperemos que lo primero no sirva para justificar lo segundo.


 

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