
Tuit de Macarena Olona con Jacobo Gonzalez Robatto
Artículo de Jordi Garrigós en el diario ARA con mi opinión, ¿Por qué los fascistas están fascinados por 'Peaky Blinders'?
Leer el artículo de Jordi Garrigós en castellano, en el diario Ara, lunes 20 de junio de 2022
Llegir l'article de Jordi Garrigós en català, al diari ARA del dilluns 20 de juliol de 2022
Este enero, en plena campaña electoral por las elecciones de Castilla
y León, una serie de televisión saltó a la palestra de manera
involuntaria e inesperada. El motivo: se habían viralizado unas imágenes
de varios líderes de Vox, entre los cuales su secretario general,
Santiago Abascal, con una estética similar a la de sus protagonistas. La
ficción era, por supuesto, Peaky Blinders, uno de los
productos audiovisuales más exitosos de la última década. Para los que
todavía no la hayan visto, la historia resigue las peripecias delictivas
de una familia mafiosa de Birmingham de principios del siglo XX.
Estrenada en 2013, justo la semana pasada Netflix añadió a su plataforma
estatal la sexta y última temporada de la producción.
Toneladas
de masculinidad, boina en la cabeza, tirantes bien apretados al cuerpo y
miradas desafiantes. Aquella instantánea de los líderes de la
ultraderecha española era tan parecida a la de los delincuentes de Peaky Blinders
que incluso el candidato de Ciudadanos expresó su sorpresa por que un
partido que pretendía gobernar la comunidad adoptara alegremente la
estética de un gang mafioso, aunque fuera de ficción. Como no
podía ser de ninguna otra forma, la siempre polémica Macarena Olona,
candidata de Vox a la Junta de Andalucía, reaccionó a las críticas
comparando, con orgullo, una imagen de la serie con la de sus compañeros
de partido.
Obviamente, Peaky Blinders no es una ficción fascista per se,
sino una serie de éxito transversal en todo el mundo que, además de
estar protagonizada por una familia de etnia gitana, en su quinta
temporada se enfrentaba a un político de ultraderecha, Oswald Mosley.
Pero indiscutiblemente reúne ciertas características que la han
convertido en un espejo para una parte de la ultraderecha, que ha
adoptado la estética y la ha convertido en uno de sus referentes.
Violencia extrema, masculinidad tóxica, códigos de honor,
delincuencia, vida a los márgenes y hasta cierto punto ideología
antisistema. Son características magnéticas para el movimiento ultra,
del mismo modo que pasó con The Sopranos a principios de siglo. Solo hay que recordar aquel infausto equipo formado por skinheads nazis,
miembros de los Boixos Nois, que atemorizaron los campos de fútbol de
medio Catalunya a base de palizas e intimidaciones. El club se llamaba
Bada Bing, como el local de striptease que regentaba Tony Soprano. No era casualidad: eran fans de la serie, del mismo modo que posiblemente ahora lo son de Peaky Blinders.
Siguiendo esta tendencia, las redes sociales están repletas de montajes
y tatuajes con imágenes de la serie colgadas por personas vinculadas a
los movimientos fascistas.
Para entender esta fascinación, hay que observar los diversos paralelismos que existen entre gangs como el de Peaky Blinders
o la familia Soprano y el fascismo: "Siguen modelos muy admirados por
los ultras, que buscan su identidad en grupos con un liderazgo fuerte y
que consiguen cambios de forma violenta y sin pedir perdón", explica
Xavier Rius Sant, periodista especializado en la extrema derecha que
acaba de publicar Els ultres son aquí (Pòrtic). De hecho, este
tipo de autoridad, casi mesiánica, de personas incuestionables que
ejercen caudillos como Tommy Shelby, el protagonista de Peaky Blinders brillantemente
interpretado por Cillian Murphy, podría ser comparable a la de Vox,
ahora que el partido ha suprimido cualquier tipo de sistema democrático
que pueda cuestionar su secretario general: "Con los últimos cambios de
estatutos es imposible revocar el liderazgo de Abascal, incluso
presentar candidaturas alternativas. De aquí a que estos personajes que
no ha escogido nadie, pero que dirigen la masa, sean sus referentes",
apunta Rius Sant.
La fascinación por la violencia y el crimen organizado no es, ni
mucho menos, monopolio de la ultraderecha. Hoy en día han mutado a
iconos pop personajes de ficción tan relacionados con la sangre y el
hígado como Tony Montana (protagonista de Scarface, de Brian De Palma) o Gennaro Savastano (Gomorra)
o incluso reales, como es el caso de Chapo Guzmán o de Pablo Escobar. A
estos narcotraficantes las series los han puesto sorprendentemente de
moda, a pesar de ser personas responsables de centenares de asesinatos.
"Para algunas personas son vistos como una especie de Robin Hood
modernos, queridos por el pueblo y al margen de las grandes
corporaciones", explica Rius Sant. El fandom ha llegado a tal
punto que es difícil no encontrarse una camiseta estampada con su cara
en una tienda de souvenirs cualquiera de Barcelona.
Como conclusión: si eres fascista probablemente te gustará Peaky Blinders, pero para que te guste Peaky Blinders no tienes que ser fascista por fuerza. Porque aunque su narrativa nos acerque a personajes extremos, Peaky Blinders
solo es una serie de ficción y no una película de propaganda, al estilo
de las de Leni Riefenstahl o de José Luis Sáenz de Heredia. Sobre los
ingredientes que para él tendría una ficción pensada exclusivamente para
militantes de ultraderecha, el experto Xavier Rius Sant apunta a
argumentos que "deslegitimen los organismos democráticos corruptos,
tengan liderazgos erigidos en mesías y cambios conseguidos a base de
acciones violentas". Aquí tenemos la fórmula perfecta para triunfar
entre los ultras de hoy.
Per què els feixistes estan fascinats per 'Peaky Blinders'?
Violència extrema, masculinitat tòxica, codis d'honor, delinqüència, vida als marges, ideologia antisistema…
Aquest gener, en plena campanya electoral a les eleccions de Castella
i Lleó, una sèrie de televisió va saltar a la palestra de manera
involuntària i inesperada. El motiu: s'havien viralitzat unes imatges de
diversos líders de Vox, entre els quals el seu secretari general,
Santiago Abascal, amb una estètica similar a la dels seus protagonistes.
La ficció era, esclar, Peaky Blinders, un dels productes
audiovisuals més exitosos de l'última dècada. Per als qui encara no
l'hagin vist, la història ressegueix les peripècies delictives d'una
família mafiosa de Birmingham de principis del segle XX. Estrenada el
2013, tot just la setmana passada Netflix va afegir a la seva plataforma
estatal la sisena i última temporada de la producció. Tones de
masculinitat, boina tapant la closca, tirants ben estrets al cos i
mirades desafiants. Aquella instantània dels líders de la ultradreta
espanyola era tan semblant a la dels delinqüents de Peaky Blinders
que fins i tot el candidat de Ciutadans va expressar la seva sorpresa
perquè un partit que pretenia governar la comunitat adoptés alegrement
l'estètica d'un gang mafiós, encara que fos de ficció. Com no
podia ser de cap altra manera, la sempre polèmica Macarena Olona,
candidata de Vox a la Junta d'Andalusia, va reaccionar a les crítiques
comparant, amb orgull, una imatge de la sèrie amb la dels seus companys
de partit.
El senador Jacobo González Robato, con estética
Peaky Blinders junto a Gallardo y Abascal. Arriba tuit de Macarena Olona con González Robato
Òbviament, Peaky Blinders no és una ficció feixista per se,
sinó una sèrie d'èxit transversal a tot el món que, a més d'estar
protagonitzada per una família d'ètnia gitana, en la seva cinquena
temporada s'enfrontava a un polític d'ultradreta, Oswald Mosley. Però
indiscutiblement reuneix certes característiques que l'han convertit en
un mirall per a una part de la ultradreta, que n'ha adoptat l'estètica i
l'ha convertit en un dels seus referents.
Violencia extrema, masculinidad tóxica, códigos de honor,
delincuencia, vida a los márgenes y hasta cierto punto ideología
antisistema. Son características magnéticas para el movimiento ultra,
del mismo modo que pasó con The Sopranos a principios de siglo. Solo hay que recordar aquel infausto equipo formado por skinheads nazis,
miembros de los Boixos Nois, que atemorizaron los campos de fútbol de
medio Catalunya a base de palizas e intimidaciones. El club se llamaba
Bada Bing, como el local de striptease que regentaba Tony Soprano. No era casualidad: eran fans de la serie, del mismo modo que posiblemente ahora lo son de Peaky Blinders.
Siguiendo esta tendencia, las redes sociales están repletas de montajes
y tatuajes con imágenes de la serie colgadas por personas vinculadas a
los movimientos fascistas.
Para entender esta fascinación, hay que observar los diversos paralelismos que existen entre gangs como el de Peaky Blinders
o la familia Soprano y el fascismo: "Siguen modelos muy admirados por
los ultras, que buscan su identidad en grupos con un liderazgo fuerte y
que consiguen cambios de forma violenta y sin pedir perdón", explica
Xavier Rius Sant, periodista especializado en la extrema derecha que
acaba de publicar Els ultres son aquí (Pòrtic). De hecho, este
tipo de autoridad, casi mesiánica, de personas incuestionables que
ejercen caudillos como Tommy Shelby, el protagonista de Peaky Blinders brillantemente
interpretado por Cillian Murphy, podría ser comparable a la de Vox,
ahora que el partido ha suprimido cualquier tipo de sistema democrático
que pueda cuestionar su secretario general: "Con los últimos cambios de
estatutos es imposible revocar el liderazgo de Abascal, incluso
presentar candidaturas alternativas. De aquí a que estos personajes que
no ha escogido nadie, pero que dirigen la masa, sean sus referentes",
apunta Rius Sant.
La fascinación por la violencia y el crimen organizado no es, ni
mucho menos, monopolio de la ultraderecha. Hoy en día han mutado a
iconos pop personajes de ficción tan relacionados con la sangre y el
hígado como Tony Montana (protagonista de Scarface, de Brian De Palma) o Gennaro Savastano (Gomorra)
o incluso reales, como es el caso de Chapo Guzmán o de Pablo Escobar. A
estos narcotraficantes las series los han puesto sorprendentemente de
moda, a pesar de ser personas responsables de centenares de asesinatos.
"Para algunas personas son vistos como una especie de Robin Hood
modernos, queridos por el pueblo y al margen de las grandes
corporaciones", explica Rius Sant. El fandom ha llegado a tal
punto que es difícil no encontrarse una camiseta estampada con su cara
en una tienda de souvenirs cualquiera de Barcelona.
Como conclusión: si eres fascista probablemente te gustará Peaky Blinders, pero para que te guste Peaky Blinders no tienes que ser fascista por fuerza. Porque aunque su narrativa nos acerque a personajes extremos, Peaky Blinders
solo es una serie de ficción y no una película de propaganda, al estilo
de las de Leni Riefenstahl o de José Luis Sáenz de Heredia. Sobre los
ingredientes que para él tendría una ficción pensada exclusivamente para
militantes de ultraderecha, el experto Xavier Rius Sant apunta a
argumentos que "deslegitimen los organismos democráticos corruptos,
tengan liderazgos erigidos en mesías y cambios conseguidos a base de
acciones violentas". Aquí tenemos la fórmula perfecta para triunfar
entre los ultras de hoy.